Nació el niño Paul, bajo el manto de estrellas del batey, como cobija. Una brisa aromada de un leve vaho a barbojo, caña cristalina y melao, y a lo lejos, el pitar nostálgico y triste de la cansada locomotora, rompía ese silencio confidente y agradable, propio de apartados lugares.
Por: Arnulfo Soto / Hoy Digital / Lunes 8 de Marzo, 2021 OCA|News nacional
https://hoy.com.do/paul-giudicelli-caminando-mano-a-mano-con-kandinsky-y-mondrian/
En el año 1921, el más importante lujo del ingenio Porvenir vio por vez primera la luz del día; lo llamaron Paul Giudicelli. Vástago de ancestros corsos, quien, al paso del tiempo, llegaría a ser el más importante pintor abstracto de nuestro país.
De recia contextura física y firme carácter, Giudicelli fraguó su arte con el calor y la inquietud de la intuición y la destreza. Visionario autodidacta, legionario artífice de las más atrevidas anti formas saturadas de agresivo color, informes, de viril formato, escabrosas, táctiles, broncas, lujuriosas, arte pleno de energía y belleza.
Arte que trilló todos los senderos, que trazó pautas; original y austero. Arte embrujado con destino cierto, arte tocado por la mano divina, por el trueno, por la esperanza, por el sentir del alma; en fin, arte tocado por el hombre, el hombre artista.
Giudicelli pautó vertientes diversas en su quehacer artístico. Sin los recursos técnicos necesarios, intuyó, intentó y realizó espléndidas cerámicas tratadas con las más primarias técnicas, con hermosos resultados. Curiosas y auténticas, trabajadas al fuego e ilustradas con gracia exquisita.
Diseños geométricos de parco color, de marcadas líneas negras. Glaseadas piezas que, ensambladas con gusto y destreza, nos decían de un arte propio, insurrecto, y nos hablaban de esfuerzo, valor, encanto y belleza.
Su exquisita y valiente pintura abstracta de Paul, es una experimental aventura con marcados signos de unidad, equilibrio, de color germinal, tierras encendidas, amarillos, matices tiernos y tranquilos, lógico esquema gráfico de marcadas líneas negras que demarcan el lugar preciso, donde el color refulgente y espléndido, asienta sus predios.
Superficie escabrosa y táctil, sujeta con firmeza a la tela, creando esa sensación de solidez que nos muestran sus cuadros, pero también Giudicelli habla y dice en otro tono, un tono menor, afinado e íntimo. Esta vez, el formato amplio y simple, hace de sostén a un coloquio expresivo y tierno, esta vez, de colores pasteles, íntimos, tenues, calmado espectáculo de paz y concordia.
Manchas cromáticas ingenuas y tímidas que casi se funden unas y otras, a no ser por la imperceptible presencia de unas tímidas y grises líneas que pretenden separar un color del otro; líneas con el preciso don de estar ahí o la magia de la ausencia. Era muy raro que repasara su obra; casi siempre era de primera mano. Pintó en sus pocos años de vida, con avidez, ahínco, pasión; sin embargo, su obra es madura y terminada.
Su obra de estudio es excelente, sus murales en cerámica: exquisitos, bravíos y expresivos. Su pintura, arte de tono mayor, fue premiada aquí y el extranjero: Brasil, México, Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico, Francia y otros países. Sus galerías hablan con respeto y admiración de su autor.
La pintura de Giudicelli es un aguerrido poema de brillante luz, calor refulgente y tímidas sombras que se asientan en el pensar de todo aquel que siente y aprecia el arte. Manos que pintan como la terneza de la brisa de la tarde callada o como el loco frenesí de la aventura o el grave sentir del alma.
Sus diez años de pintar, marcaron un hito y un tiempo en el rescoldo más profundo del alma de la pintura dominicana.
Un día, Paul trasmutó su alma y la asentó para siempre en el más refulgente y hermoso lucero de los cielos.En su cálido sótano-taller, donde creó la luz, el color y la forma, se sintió un extraño vaho a pólvora y metralla; eran los días de abril, aquel abril de lucha y coraje, abril de la guerra y los cantos, de la nostalgia y la utopía, el jamás olvidado abril del 65.
Así partieron Paul y Abril, como camaradas en el tiempo; la franqueza y la amistad encontraron al final su destino: Su Gloria.
Paul Giudicelli Walking Hand in Hand with Kandinsky and Mondrian
The boy Paul was born, under the mantle of stars of the batey, as a blanket. A scented breeze of a slight chinstrap, crystalline cane and honey, and in the distance, the nostalgic and sad whistle of the tired locomotive, broke that confident and pleasant silence, typical of remote places.
By: Arnulfo Soto / Hoy Digital / Monday March 8, 2021 OCA | National News
https://hoy.com.do/paul-giudicelli-caminando-mano-a-mano-con-kandinsky-y-mondrian/
In 1921, the most important luxury of the Porvenir mill saw the light of day for the first time; They called him Paul Giudicelli. Scion of Corsican ancestors, who, over time, would become the most important abstract painter in our country.
Of strong physical build and firm character, Giudicelli forged his art with the warmth and restlessness of intuition and skill. Self-taught visionary, legionary architect of the most daring anti-forms saturated with aggressive color, shapeless, manly format, rugged, tactile, quarrelsome, lustful, art full of energy and beauty.
Art that trodden all the trails, that drew guidelines; original and austere. Haunted art with a certain destiny, art touched by the divine hand, by thunder, by hope, by the feeling of the soul; in short, art touched by man, the artist man.
Giudicelli set different aspects in his artistic work. Without the necessary technical resources, he intuited, tried and made splendid ceramics treated with the most basic techniques, with beautiful results. Curious and authentic, fired and illustrated with exquisite grace.
Geometric designs in sparse color, with marked black lines. Glazed pieces that, assembled with taste and skill, told us of an own, rebellious art, and spoke to us of effort, value, charm and beauty.
His exquisite and courageous abstract painting by Paul is an experimental adventure with marked signs of unity, balance, germinal color, fiery earths, yellows, tender and calm nuances, a logical graphic scheme of marked black lines that demarcate the precise place, where the resplendent and splendid color, it establishes its properties.
Rugged and tactile surface, firmly attached to the canvas, creating that sensation of solidity that his paintings show us, but Giudicelli also speaks and says in another tone, a minor, refined and intimate tone. This time, the wide and simple format supports an expressive and tender colloquy, this time in pastel colors, intimate, subdued, a calm spectacle of peace and harmony.
Naive and timid chromatic stains that almost merge one and the other, except for the imperceptible presence of timid and gray lines that try to separate one color from the other; lines with the precise gift of being there or the magic of absence.
It was very rare for him to review his work; it was almost always firsthand.
He painted in his few years of life, eagerly, eagerly, passionately; however, his work is mature and finished.
His studio work is excellent, his ceramic murals: exquisite, brave and expressive.
His painting, art of a higher tone, was awarded here and abroad: Brazil, Mexico, the United States, Cuba, Puerto Rico, France and other countries. His galleries speak with respect and admiration for their author.
Giudicelli's painting is a fierce poem of brilliant light, glistening heat, and timid shadows that settle in the thoughts of everyone who feels and appreciates art.
Hands that paint like the tenderness of the quiet afternoon breeze or like the crazy frenzy of adventure or the grave feeling of the soul.
His ten years of painting marked a milestone and a time in the deepest embers of the soul of Dominican painting. One day, Paul transmuted his soul and settled it forever on the brightest and most beautiful star in the heavens.
In his warm basement-workshop, where he created light, color, and form, he felt a strange mist of gunpowder and shrapnel; They were the days of April, that April of struggle and courage, April of war and songs, of nostalgia and utopia, the never forgotten April of 65.
So Paul and April left, as comrades in time; frankness and friendship found their destiny in the end: his glory.
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